Tarapacá


TARAPACÁ     

                                         
Te adoro intensamente, tierra desnuda y agrietada,
que muestras tu rostro sin caretas.
Tu cálido regazo me abraza y me cobija
y acaricia mi alma, tu palma suave y desolada.
Llanura generosa, de corazón abierto,
espacioso capullo del silencio,
tus palpitantes entrañas minerales
sostienen sin cesar la humilde pampa desgarrada.
Esparcida en extensiones infinitas,
saturada de sales e ilusiones,
bamboleantes, oceánicas espumas,
sigilosas, acarician tus arenas,
las que otrora transitaran imponentes
visitantes colosales
(hoy osamentas nos evocan
epopeyas diluviales
entre puzzles de naufragios
y febriles ecos de leyendas).

Modelada por gigantes milenarios,
insaciable recipiente de los tiempos,
rondas celestes de luciérnagas traviesas,
te acompañan y entretejen sus destellos.
¡ Nada compite a la fluidez de tu tersura !
Cada rincón es resplandor del paraíso,
que en las alturas contemplan, espectrales,
misteriosos y pacientes animales.
¡ Indefenso crisol de gritos apagados !
¡ Pachamama de los ritos primitivos !
el cóndor, vigilante, otea, lejano, tus repliegues,
dibujado en el perfil inalcanzable,
del impasible disco de los sueños.
¡ Nadie que invada, furtivo, tus secretos,
puede volver airoso y relatar lo que ha vivido !
Los hijos de tus hijos seguirán transitando,
dejando huellas o simplemente nada,
y seguirás siendo testigo de lo eterno,
abrigada de nubes y de estrellas.

Entre piedras que narran sus historias,
nosotros vagaremos fugazmente,
como sombras fantasmales atrapadas,
por aquellos que un día se atrevieron
a lanzar sus ilusiones al futuro,
cual espigas de semillas esculpidas,
en los tambos de las rutas hoy vacías.
Otros ojos tendrán la dicha intensa,
de disfrutar la esbeltez de tu figura,
yo sólo quiero seguir sintiendo ahora,
tu corazón latir apasionado,
observando el jugueteo de las aves,
al despuntar los resplandores de la aurora.

¡ Límpida brisa !, ¡ camanchaca de las nieves suspendidas !,
¡ invadan plenamente mi razón y esfumen la melancolía !
permítanme acercarme una vez más al oasis de la vida,
lejos del crepitar tenaz de la ansiedad,
de la ambición y la ilusión perdida,
para nadar por fin en la termal eternidad
de la abismal infinitud de la armonía.

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